Esta comunicación pretende incidir en la necesidad de que las personas con discapacidades del desarrollo lleven unos estilos de vida sanos, enfatizando en la educación física y en la educación de los hábitos alimenticios. En la actualidad se puede decir que tanto en los EE.UU. como en el resto del mundo faltan programas unificados e información al respecto. De los pocos programas que de hecho existen, aquellos que van dirigidos a personas institucionalizadas o a las que reciben educación en centros escolares, dan la sensación de estar inspirados individualmente y de tener poca uniformidad.
La importancia de llevar un estilo sano de vida quedó demostrada y matizada en varios estudios llevados a cabo en Alameda County, California (Belloc y Breslow, 1972; Breslow, 1972, 1977). En dichos estudios, tras seleccionar aleatoriamente a más de 6.000 habitantes, los autores realizaron un seguimiento durante cinco años. Según los resultados de dichos estudios, los siguientes hábitos inciden positivamente en la duración de la vida:
1. Desayunar todos los días.
2. Comer con moderación, sin "picar" entre comidas.
3. Mantener un peso corporal normal (equilibrado, en relación a la altura, complexión, edad, etc.).
4. No fumar nunca.
5. No beber alcohol, o hacerlo sólo moderadamente.
6. Hacer ejercicio con regularidad.
7. Dormir siete u ocho horas diarias.
2. Comer con moderación, sin "picar" entre comidas.
3. Mantener un peso corporal normal (equilibrado, en relación a la altura, complexión, edad, etc.).
4. No fumar nunca.
5. No beber alcohol, o hacerlo sólo moderadamente.
6. Hacer ejercicio con regularidad.
7. Dormir siete u ocho horas diarias.
Estas recomendaciones son importantes para todos nosotros, incluidas las personas con discapacidades del desarrollo. Sin embargo esta comunicación no pretende entrar en detalle en cada una de ellas, sino aconsejar que incorporemos estos buenos hábitos en los programas de salud existentes, y que fomentemos específicamente los referidos a una buena alimentación y al ejercicio físico.